Cuando el jardín se queda vacío
Desde que tomé contacto con ARCA SEVILLA, y decidimos armarnos de valor y ser casa de acogida, han pasado por mi jardín (y consecuentemente por mi casa) 9 perros de acogida, la mayoría cachorros.
Mi perra, dueña y señora de mi casa, es de carácter complicado, pero ha ido resignándose poco a poco, y ya es usual verla compartiendo (la mayoría de las veces en contra de su voluntad) cama, jardín y hasta comida. Y es que rara es la época en la que no ronda por mi casa un cachorro o un perrito que necesite cuidados extras.
Grecia, Draco, Kevin, Charli, Tayra, Jerry, Freddy, Rosendo y Apolo… Mi adorado Apolo.
Todavía recuerdo la alegría de Grecia cuando llegabamos a casa, la cara de Charli cuando destrozaba papeles, la felicidad de Jerry con su pelota, la satisfacción de Apolo cuando se sentaba encima nuestra, o la efusividad de Rosendo cuando decide transplantar las flores…
Unos más y otros menos tiempo, pero todos han marcado su huella en nuestra alma.
Lo malo llega cuando se van, cuando entramos y solo vemos a nuestra perrita sentada sola donde solían estar dos, cuando solo hay dos patas que reclaman mimos, cuando solo coges una correa. Aun así, te queda la satisfacción de saber que van a una familia que los querrá igual o más que tú.
¿ Lo peor? cuando se van para no volver, cuando no hay familia que se los lleve, cuando lo que se «los lleva» es una enfermedad dura e irreversible.
Después de cada partida nos quedamos como vacíos, tristes, como si lo hubieramos «abandonado». ¿Qué sentirá? ¿Nos recordará?… Pero cuando vemos fotos de su nueva vida, y ves la alegria en sus ojos, esa frase de: «ya no más» se nos borra de la mente y empezamos a pensar en quien será el siguiente.
Y es que una de las cosas más gratificantes del voluntariado, es ser casa de acogida, y que, cuando el jardin se queda vacío, es porque otro peludo viene en camino. «