La “mala pata” de Pitu
Pitu nació con un destino ya marcado. Al nacer galgo este destino la llevaba a correr en campeonatos por el ego y la gloria de su dueño. Sin embargo este destino algunas veces puede cambiarse, aunque para ello tenga que suceder algo malo.
Cuando nació, su dueño no tenía espacio para ella en su redil, por lo que nos ofreció la posibilidad de quedárnosla un tiempo hasta que pudiera mudarse definitivamente a su amplio hogar. Aunque yo no estaba de acuerdo con el fin que le esperaba a Pitu, accedimos ya que así al menos tendría una vida cómoda mientras fuese una cachorra.
Nosotros en casa ya teníamos dos perros (Suker y Nico), y al llegar Pitu temíamos la reacción de los otros para con ella. Nuestros miedos fueron infundados. Suker siempre fue muy independiente con otros animales, por lo que cuando llegó Pitu la olfateó un par de veces y prácticamente la ignoró. Nico si mostró mucho más interés y prácticamente se convirtió en su sombra y casi en el padre de Pitu.
Tanto Suker y Nico dormían en nuestras habitaciones. Nico con mis padres y Suker iba y venía de la habitación de mi hermano a la mía. A Pitu le buscamos un sitio en el salón, donde le pusimos la cama que tanto Suker como Nico utilizaron en su época de cachorros. Lógicamente a Pitu le costó un tiempo adaptarse a su nuevo hogar, pero cuando chillaba o “lloraba” por las noches, Nico se levantaba y se acostaba junto a ella. En ese momento Pitu se tranquilizaba.
Así fueron pasando los días y las noches hasta que llegó el momento de comenzar a entrenar a la futura campeona. A partir de entonces Pitu pasaba los días en el campo con sus hermanos y hermanas de camada recibiendo entrenamiento, y las noches las pasaba con nosotros.
Una tarde al llegar del campo la encontramos un poco decaída y sin ganas de nada. Asustados preguntamos al dueño si le pasaba algo y nos comentó que había surgido un brote de parvovirosis entre los hermanos y que seguramente Pitu se había contagiado. Inmediatamente le propusimos llevarla a nuestro veterinario, pero él nos comento que no nos preocupásemos que ya le estaban administrando un tratamiento. Al estar enferma dejó el entrenamiento y pudimos cuidarla nosotros aunque el dueño venía todos los días para tratarla. Pitu no mejoraba, se pasaba todo el día vomitando y tendida en un rincón. Había perdido muchísimo peso, por lo que al tercer o cuarto día decidimos tomar cartas en el asunto y llevarla nosotros al veterinario.
Cuando el veterinario vio en el estado que se encontraba Pitu no nos dio muchas esperanzas y se enfadó muchísimo con nosotros por no haber acudido antes. Sabíamos que tenía razón, que tendríamos que habérsela llevado el primer día, pero a veces las cosas pasan porque tienen que pasar. Y a Pitu eso le cambió la vida. Me explico. El estado de Pitu era tan malo que prácticamente era una saco de piel y huesos, por lo que cuando el veterinario fue a ponerle una inyección para tratar de salvarla, tuvo la “mala suerte” de pinchar en un tendón. Resultado, Pitu quedó coja de la pata trasera izquierda.
Cuando el dueño se enteró de lo que había pasado nos dijo que en esas condiciones no quería a Pitu por lo que nos dijo que nos la quedásemos nosotros. Aceptamos encantados. Durante casi una semana estuvimos tratando a Pitu con la ayuda del veterinario y conseguimos salvarla.
Debido a la cojera, Pitu se dañó bastante una pezuña y después de mucho esfuerzo también conseguimos “arreglársela”. Pitu quedó como nueva, aunque cojeaba un poco.
Ahora nos surgía un grave problema. Aunque por ahora nos la habíamos arreglado bastante bien con los tres perros, sabíamos que Pitu crecería mucho más y por problemas de espacio no nos la podíamos quedar.
Me dolió mucho la solución que encontramos, que no era otra que buscarle un hogar de adopción, pero no nos quedó otra salida. Nos pusimos en contacto con una asociación y ellos se encargaron de todo el proceso hasta que encontraron un hogar ideal para ella. Pitu se iba a Portugal.
Los últimos días con ella los pasamos entre la alegría y la tristeza. Sabíamos que allí donde fuese estaría cuidada como lo que era, una reina, pero no nos queríamos separar de ella.
Del día que se la llevaron me quedo con la cara con que nos miraba al irse. Se resistió un poco, pero al final marchó. Ese día Nico estuvo todo el día esperando sentado al lado de la puerta a que volviese Pitu, e incluso Suker pareció sentirse afectado.
Al poco tiempo nos llegaron fotos de su nuevo hogar y la verdad es que nos alegró bastante saber que en Portugal estaba perfectamente integrada con su nueva familia, que pasaba muchas tardes corriendo por la playa, y lo más importante, que esa familia tenía otros animales recogidos en adopción y que Pitu era ahora una más de la familia.
Para terminar, solo me queda darle las gracias a ese veterinario que con “su error” consiguió para Pitu una vida mucho mejor de la que le esperaba. Una vida que desgraciadamente no todos los galgos tienen y que sin embargo deberían tener.
Jose María Reina, un amigo de ARCA Sevilla,
Otro galgo precioso que tiene la suerte de escapar de una persona sin escrúpulos