La perrera y Steve
Hace unas semanas, un grupo de nuestros voluntarios se enfrentó a una de las peores experiencias que un amante de los animales puede sufrir: la perrera. Por mucho que el objetivo sea salvar a algunos animales, otros siempre quedan atrás, y son ellos, sus miradas, las que se clavan en nuestros corazones, porque no podemos ayudarles, porque estamos limitados y no podemos salvarlos a todos. Y ese sentimiento se clava como una espina en lo más hondo y te deprime y entristece durante días. Y nunca lo olvidas, aunque intentes escudarte en la parte positiva de la experiencia, que es salvar vidas.
Una de las voluntarias que vivió esa experiencia sólo pudo expresarlo así:
“Mañana mezcla de emociones… Por un lado, los que hemos podido salvar; por otro, los que se quedan allí. Ojalá llegara el día en que no tengamos que elegir.
10 perros adultos, mestizos, jóvenes, mayores, negros, blancos y marrones, de pelo largo y corto, algunos supuestamente agresivos, la mayoría dejados por sus propias familias sin piedad… y 3 cachorros mestizos. Hoy empieza vuestra nueva vida junto a nosotros y esperemos que muy pronto, junto a vuestras familias.
A las personas con las que hoy nos hemos cruzado y que iban a dejar a sus animales, a sacrificarlos… No os merecéis la vida que tenéis. Ellos son lealtad hasta el último momento, ese que habéis dejado solo en una fría jaula sin siquiera volveros o ese que dejáis en el veterinario para su sacrificio… Injusta es la vida, que os marcháis con la conciencia tranquila y ellos se quedan allí, moviendo la cola, pensando que volveréis.”
Steve es una de esas vidas salvadas. Estaba en una de las jaulas, ciego, con apenas unos meses de vida… Cuando lo llevamos al veterinario le detectaron Hepatitis vírica canina. Esta enfermedad, muy grave, muchas veces mortal, provoca que aparezcan en los ojos unas nubes que los dejan ciegos. La buena noticia es que hay posibilidades de que recupere la vista cuando supere la enfermedad.
A día de hoy, Steve ha mejorado mucho. Uno de sus ojos ya es prácticamente normal, y seguimos luchando para que el otro también mejore lo máximo posible. Y lo mejor de todo es que Steve está felizmente adoptado. Terminará con su familia el tratamiento. Muchas gracias a todos especialemente a las acogidas y por su puesto a la familia que lo ha adoptado. ¡Steve, sé muy feliz!
A los que no pudimos rescatar, a los que se quedaron allí, a todos los que día tras día siguen entrando por esas puertas para, la mayoría de las veces, no volver a salir, solo podemos pedirles PERDÓN y PROMETERLES que seguiremos luchando para cambiar esta situación, para que las perreras desaparezcan, para que la gente deje de abandonar, para dejar clara la diferencia entre perrera y protectora, para que cambien las leyes y realmente los protejan… Hoy es una utopía, pero se lo hemos prometido y, por ellos, vamos a conseguir que sea una realidad.